Vivimos momentos muy duales. Ya hemos reseñado en estas páginas antes, cómo da la sensación de que dos modelos de practicar la odontología en general y la ortodoncia en particular, intentan abrirse paso en nuestra sociedad. Por un lado, un modelo privado profesional, donde un Odontólogo o Estomatólogo, o un grupo de ellos, “ofrecen” sus servicios “sanitarios “a la población, desde sus consultas privadas, donde además de el papel de profesionales, asumen el de empresarios, acometiendo la inversión, y asumiendo por tanto los riesgos y la gestión. Por otro lado, un modelo privado empresarial, donde inversores que buscan rentabilidad para su dinero, “venden” servicios sanitarios como un producto no diferente a cualquier otro, en los que prima la gestión por encima de cualquier otra consideración, y donde se contrata para ello a profesionales que prestan los servicios que “venden”. No vamos a juzgar a ninguno de los dos puesto que no nos corresponde, aunque sean obvias nuestras preferencias. Lo cierto es que ambos tienen algo en común, y es el enfoque cada vez más multidisciplinar. El concepto del “hombre orquesta” está desapareciendo y quizás esté relegado exclusivamente a aquellos núcleos rurales alejados de poblaciones importantes. Pero la norma actual, es que, en cada consulta, de uno u otro tipo, haya un profesional, un “especialista”, dedicado a cada área. Y aquí es donde empiezan los vacíos…
Primero, desde el punto de vista asistencial. La formación de posgrado está, o va en camino de estar, bastante bien reglada. Empieza a haber bastante consenso en cuanto a la duración y contenidos (traducido en créditos) que debe tener cada programa para garantizar una correcta formación. Pero el paciente suele desconocer si la persona que le trata ha cursado uno de estos programas. Es más, no tiene manera de saberlo. Es sólo un acto de fe acerca de lo que la clínica transmite.
Segundo desde el punto de vista profesional. Ni la capacidad ni la “cotización” de alguien que ha dedicado tres años a su formación en una especialidad como la nuestra, debería ser la misma que alguien que haya dedicado menos tiempo, o que simplemente no lo haya hecho, pero que puede presentarse como “especialista” en base a cierto grado de experiencia previa o formación en algún curso de fin de semana.
Y tercero, desde el punto de vista legal. A día de hoy, nada, salvo un título de carácter privado, (y los títulos propios de las universidades públicas, es lo que son), puede acreditar que un profesional de la odontología ha recibido esa formación extra.
Por eso creemos, que la no nueva aspiración de que en España se reconozcan las especialidades dentro de la Odontoestomatología, debería verse cumplida más pronto que tarde. Podemos aseguraros que los esfuerzos por parte de nuestro presidente, el Dr. Juan Carlos Pérez Varela, están siendo ímprobos. Nos gustaría aseguraros también, que el consejo General de Odontólogos y estomatólogos va a la par. Lo cierto, es que un nuevo capítulo de interlocución con las administraciones del Estado se ha abierto, y esperamos que el diálogo y el sentido común se imponga y, esta vez sí, las negociaciones lleguen a buen puerto y la Ley de Especialidades en Odontoestomatología, acabe siendo un hecho.