Queridos amigos:
Me gustaría que estas líneas sirvieran para agradecer vuestra confianza al elegirme presidente de la SEDO hace ya 4 años y para aseguraros que ha sido un honor servir a la Sociedad durante ese tiempo. Este sentimiento es compartido por todos los miembros salientes de la Junta de Gobierno, cuyas responsabilidades empezaron y terminan con las mías.
Hace muchos años una fuerte atracción me llevó a dedicarme de forma exclusiva a la ortodoncia, y durante todo ese tiempo mi entusiasmo se ha mantenido vivo, quizá porque la dificultad de nuestra especialidad la convierte en un continuo desafío o porque es una disciplina que coquetea contigo eternamente, que no se entrega, que cuando crees que ya te es asequible hace un quiebro y se aleja de ti de nuevo para que la persigas con más ahínco y vuelta a empezar. Todas estas consideraciones creo que son perfectamente generalizables porque el entusiasmo por nuestra especialidad es compartido por todos nosotros.
Quisiera hacer unos comentarios sobre el espíritu de nuestra Sociedad.
Hace también muchos años y con una formación clínica superficial ingresamos en la SEDO los que podríamos ser considerados como la segunda generación de ortodoncistas españoles. Los miembros de la primera generación, los pioneros, tenían una solidez profesional, un nivel cultural y unas virtudes personales tales, que se convirtieron en nuestra referencia, en el ejemplo a imitar. Esos compañeros, muchos de ellos todavía en activo, nos acogieron con todo cariño, nos estimularon, nos facilitaron las cosas, pudiendo percibir que observaban con simpatía nuestros progresos. Ése era el espíritu de la SEDO y su ejemplo se ha ido transmitiendo generacionalmente y sigue vivo. La cordialidad en el trato entre nosotros ha sido una constante mantenida hasta ahora, y fueron ellos los que con su ejemplo la iniciaron.