INTRODUCCIÓN
El síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAHOS) es un trastorno que deriva de la oclusión intermitente y repetitiva de la vía aérea superior (VAS) durante el sueño. Esta oclusión se debe al colapso inspiratorio de la paredes de la faringe, lo que determina ese cese completo (apnea) o parcial (hipoapnea) del flujo aéreo(1). El episodio termina por un despertar transitorio subconsciente (arousal) que conduce al restablecimiento de la permeabilidad de la vía aérea. Estos ciclos de apnea/hipoapnea (microdespertares) se repiten varias veces cada hora (en ocasiones más de 50) produciendo un sueño fragmentado y poco reparador. De estos episodios se originan ronquidos, descenso del oxígeno, somnolencia diurna y fatiga crónica(2). Su repetición día tras día durante años acaba produciendo importantes alteraciones en el sistema nervioso central, la irrigación miocárdica y cerebral, la circulación pulmonar y sistémica(1). Desde el punto de vista clínico el SAHOS se caracteriza por la triada hipersomnia diurna, ronquidos y pausas de apnea referidas por el cónyuge, síntomas que están presentes simultáneamente en casi todos los enfermos(1). Está señalado que la apnea se trata de una interrupción del flujo aéreo con duración de 10 segundos en adultos, 15 segundos en niños y 20 segundos en neonatos prematuros(3). Este síndrome se asocia con enfermedades sistémicas como la hipertensión arterial y pulmonar, insuficiencia cardiaca, arritmias cardiacas nocturnas, infarto de miocardio y con accidentes de tráfico(2). Se ha demonstrado una clara relación con la obesidad(4).
El SAHOS es una enfermedad muy común en la población general que puede causar deterioro de la calidad de vida(5); los pacientes con apnea obstructiva del sueño gozan de mala calidad de vida, son más propensos a sufrir accidentes de tráfico, accidentes laborales y accidentes domésticos. También pueden padecer problemas de depresión y ansiedad, falta de concentración, problemas de memoria y atención; incluso se asocia con enfermedades cardiovasculares como hipertensión arterial sistémica, hipertrofia ventricular izquierda, disfunción sinusal, cardiopatía isquémica, enfermedad vascular cerebral, arritmias, insuficiencia cardiaca, hipertensión arterial pulmonar y trastornos endocrinos como el hipotiroidismo(3)(4). Por todo ello se considera el SAHOS como un problema de salud pública de primera magnitud(5)(6). Los estudios epidemiológicos coinciden en que afecta entre el 2 % y el 10 % de los varones adultos de mediana edad y entre el 1 % y el 7 % de las mujeres. Sin embargo, lo verdaderamente preocupante es que en la última encuesta nacional de Salud y Sueño se calculó que un cuarto de la población tiene alto riesgo de padecer la enfermedad(7). También se han observado episodios apneicos en niños, afectando entre un 1,5-2,5 % de la población infantil independientemente del género. El pico de incidencia en los niños esta en edades comprendidas entre los 2 y 6 años(2).