INTRODUCCIÓN
Imaginemos unos padres cuyo hijo, de 11 años y en dentición mixta tardía, presenta un problema muy común entre nuestros pacientes, una maloclusión de Clase II división 1ª con resalte y sobremordida aumentadas, marcada irregularidad dentaria con caninos altos en vestibular, discrepancia esquelética importante, con un ángulo ANB de 8º y Wits de + 5 mm, posición sagital del maxilar normal (lo que denota que el principal componente de la maloclusión es el déficit mandibular) e incisivo inferior de posición e inclinación normal. Su dentista del Centro de Salud le da una lista de los ortodoncistas de la ciudad, cada uno adscrito a una escuela o filosofía terapéutica. A la primera clínica que acuden, el ortodoncista, formado en Arco de Canto clásico (EW), le recomienda iniciar el tratamiento en dentición permanente y con cuatro extracciones; buscando en internet una segunda opinión deciden acudir a otro profesional del que se habla muy bien en la ciudad, por usar unos nuevos brackets con los que ya no se hacen extracciones. La clínica parece estar en otro nivel superior al anterior, tanto por el diseño, la tecnología y el marketing, como por la cantidad y apariencia de auxiliares. El profesional le habla del sinsentido de las extracciones y le acorta en muchos meses la duración del tratamiento, no el presupuesto, dado por el otro profesional. Si bien la madre ya estaba dispuesta a iniciar el tratamiento, el padre prefiere una tercera opinión, de desempate, dada la enorme discrepancia en diagnóstico y plan de tratamiento. La tercera clínica está centrada en la Ortopedia Dentofacial y el profesional explica a los padres que han acudido demasiado tarde, que el tratamiento debería haberse iniciado hace muchos años, al menos unos 4, y que este se debería centrar en el avance mandibular, ya que la cara, y no solo los dientes, es lo importante, que solo con brackets, alambres y elásticos, como aseguraba el ortodoncista anterior, no es suficiente para la corrección del problema mandibular. En vista de las contradicciones, los padres continúan su particular peregrinaje y acuden a otra clínica de gran prestigio, donde el doctor le explica que nada de lo anterior es cierto y que la verdadera solución es alinear temporalmente las arcadas, puede que con extracciones terapéuticas, para finalizar el tratamiento alrededor de los 18 años con cirugía de avance mandibular y mentoplastia, y una nueva ortodoncia pre y postquirúrgica. Los padres, ahora sí totalmente desconcertados, acuden al siguiente profesional, que les habla de mezclar todas las ideas anteriores, hacer una primera fase de ortopedia con aparatos funcionales y una segunda con fija, y le advierte que si la primera fase no logra los resultados esperados habría que recurrir al camuflaje de la maloclusión con extracciones de los primeros molares superiores y/o la cirugía.