Introducción
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la maloclusión es uno de los problemas de salud oral más importantes. Su prevalencia es muy variable y se estima que está entre el 39 % y el 93 % en niños y adolescentes (este amplio rango se atribuye a las diferencias étnicas y de edad de los pacientes considerados en los estudios que evaluaron la prevalencia de la maloclusión)(1).
La maloclusión esquelética es una de las anomalías más comunes del desarrollo, y se produce debido a una alteración en el desarrollo maxilar y/o mandibular y afecta al posicionamiento, la alineación y la salud de los dientes primarios y permanentes(2). Además, la maloclusión esquelética puede producir efectos estéticos, psicológicos(3) y sociales adversos significativos, así como una reducción de la calidad de vida(4), y un impacto negativo en las funciones masticatorias y respiratorias(5).
El apiñamiento dentario se desarrolla cuando no hay suficiente espacio en las arcadas y puede afectar a los dientes temporales o a los dientes permanentes. El apiñamiento tiende a empeorar con la edad, especialmente en la arcada inferior, lo que hace que sólo un tercio de los adultos tengan los dientes antero-inferiores bien alineados(6).
La evidencia existente sugiere que hacer un tratamiento ortodóncico temprano en niños con maloclusión ósea de clase II permite la posibilidad de cambiar el patrón de crecimiento(7). Un tratamiento temprano también ayuda a disminuir la incidencia de traumatismos dentarios vs. un tratamiento en una sola fase al final de la adolescencia(8).
El tratamiento ortodóncico de una maloclusión depende de si el paciente está en crecimiento o no. Se han descrito varias opciones de tratamiento para corregir la maloclusión esquelética de clase II en pacientes en crecimiento(8). Un enfoque de tratamiento en 2 fases se ha relacionado con varios beneficios, como la normalización del patrón de crecimiento, la reducción de la necesidad de una futura extracción de dientes permanentes o la reducción en la incidencia de traumatismos dentales. La primera fase puede implicar diferentes objetivos y dispositivos de tratamiento. Los objetivos más comunes en esta primera fase de tratamiento son conseguir un resalte y sobremordida dentro de la norma, el alineamiento de los incisivos y la expansión y la conformación de las arcadas superior e inferior(9). Por lo tanto, los pacientes con arcos estrechos, mordida cruzada o apiñamiento severo pueden beneficiarse de un tratamiento de primera fase(10).