Introducción
El dolor facial crónico es una afección debilitante que afecta a una amplia variedad de pacientes, con implicaciones significativas para su calidad de vida. Entre las causas más comunes de dolor facial se encuentran el síndrome de dolor miofascial masticatorio (SDM), la neuralgia del trigémino y la distonía oromandibular.
El SDM se caracteriza por la presencia de puntos gatillo (PG) miofasciales activos en el músculo sensibles a la palpación y que resultan en dolor regional y disfunción muscular. Con una prevalencia de alrededor de un 45% entre las personas con trastornos temporomandibulares, la etiología y fisiopatología exacta de los PG miofasciales todavía es desconocida. Se ha sugerido que su desarrollo está relacionado con un exceso en la liberación de acetilcolina, produciendo una contracción muscular mantenida con la posterior formación de un PG. Esta contracción muscular mantenida lleva a un incremento de la concentración de neurotransmisores nociceptivos e inflamatorios dentro del PG, que lo convierten en un estímulo nociceptivo permanente, facilitando la sensibilización central y generando un cuadro de dolor crónico. En etapas tempranas del SDM la sensibilización central puede revertirse con tratamiento farmacológico (AINEs, corticoides, antidepresivos tricíclicos, vasodilatadores o relajantes musculares) o mediante punción de los PG. El SDM puede clasificarse como primario, cuando se trata de un cuadro idiopático, o secundario a patologías como el latigazo cervical, osteoartritis, fibromialgia y fracturas, entre otras. (Losada et al., 2021)
La neuralgia del trigémino, por su lado, es un trastorno neurológico crónico que se caracteriza por un dolor agudo, similar a una descarga eléctrica, en una o dos de las tres divisiones principales del nervio trigémino: frontal (V1), maxilar (V2) y mandibular (V3). Con una prevalencia de 1:25000 personas, suele presentarse en mujeres mayores de 50 años y puede ser a una compresión neurovascular intracraneal, aunque también puede ser de causa idiopática, secundaria a una infección por el virus Varicela-Zóster o en pacientes más jóvenes debido a enfermedades crónicas, como la esclerosis múltiple, hidrocefalia o la amiloidosis, entre otras. La aparición de estas descargas puede ser espontánea o secundaria a la presión de PG. La primera línea de tratamiento incluye farmacoterapia, normalmente con anticonvulsivantes y agentes antiespasmódicos, aunque suelen haber efectos secundarios frecuentes y una tasa de éxito variable. Otras intervenciones pueden incluir descompresión microvascular o radiocirugía, con sus riesgos y posibles efectos adversos asociados. Múltiples estudios demuestran que la inyección de toxina botulínica tipo A (BoNT-A) es eficaz para los pacientes con neuralgia del trigémino. (Pearl et al., 2022)