INTRODUCCIÓN
Actualmente, gracias a la mayor conciencia de tener una buena salud bucodental, acuden más pacientes a nuestras clínicas con un motivo de consulta común: “quiero una boca sana y además estética”(1)(2). En algunas ocasiones, la patología que se presenta es simple y por tanto, el diagnóstico y el plan de tratamiento también lo serán. Pero lo más probable, en pacientes adultos, es que la patología sea compleja, más aún si el nivel socioeconómico es bajo(3). Se estima que un 50% de la población adulta europea tiene algún tipo de patología periodontal y entre el 10% y el 15% presentan periodontitis severa(4). Según una encuesta realizada por el Consejo de dentistas en 2016, el 95% de los adultos mayores de 35 años en España presentaban caries. El 25% de los españoles a los 15 años presenta algún tipo de maloclusión(5). Es por tanto entendible que a más años de vida, los dientes presenten más secuelas de erosión, atricción, abrasión y trauma oclusal. El resultado es que el desgaste dental es más prevalente en adultos(6). así como la pérdida dental total o parcial y la prevalencia de tratamientos protésicos antiguos(5).
El reto al que se enfrenta el dentista, (sea cual sea su especialidad o dedicación) que recibe por primera vez a este tipo de paciente con carácter multidisciplinar, se resume en el hecho de que tanto el diagnóstico como el plan de tratamiento serán probablemente complejos y precisarán de un orden de ejecución en el que cada miembro del equipo, realizará su trabajo de forma coordinada. La prioridad en todos los planes de tratamiento, es restaurar la salud “biológica” de los tejidos duros y blandos. Una vez superado este objetivo, tenemos que tratar las secuelas de las patologías bucodentales que ha sufrido el paciente durante su vida y entre las más frecuentes encontramos maloclusiones y desgastes.