Introducción
Las alteraciones esqueléticas en el plano transversal constituyen uno de los principales focos de interés de la Ortodoncia. Las primeras técnicas de tratamiento de la compresión maxilar datan de 1860(1)(2). Sin embargo, estos primeros procedimientos comenzaron a implementarse antes de disponer de un profundo conocimiento del desarrollo normal del complejo craneofacial. Resulta esencial conocer la repercusión que pueden llegar a tener las fuerzas generadas durante una expansión esquelética maxilar sobre las distintas suturas óseas, más allá del efecto generado en la sutura medio-palatina. Así, durante un proceso de expansión se consigue una máxima separación a nivel de los incisivos centrales superiores, siendo las mayores áreas de resistencia las uniones del maxilar con el esfenoides (apófisis pterigoides) y el cigomático(3). Un estudio clásico, previo a la existencia de criterios bioéticos, permitió conocer mejor el proceso normal de crecimiento transversal del maxilar mediante el empleo de microimplantes en una población infantil, sin maloclusión existente ni tratamientos de ortodoncia previos. Se siguió a estos niños desde los 4 a los 20 años, observando que la curva de crecimiento se estancaba en torno a los 15 años(4) .
En la misma línea que este concepto está el conocimiento de la maduración de la sutura medio-palatina, que ha podido estudiarse con mayor profundidad gracias al desarrollo de la tomografía computarizada dental de haz cónico o Cone Beam Computered Tomography (CBCT). Así, Angelieri y cols(5) evaluaron cómo se iba produciendo esta fusión según la edad cronológica de los pacientes. La osificación de esta sutura se clasificó en cinco estadios, que podrían resultar orientativos a la hora de tomar decisiones clínicas acerca de la expansión maxilar (Fig. 1). Por otro lado, Persson y Thilander(6) estudiaron el grado de obliteración de la sutura intermaxilar y transversal palatina del maxilar mediante la realización de autopsias en pacientes entre los 15 hasta los 35 años. Su trabajo revela que los primeros puentes óseos que se formaron aparecieron en una mujer joven de 15 años, mientras que la persona de mayor edad sin presencia de sinostosis tenía 27 años.