INTRODUCCIÓN
A lo largo de la literatura ortodóncica se ha escrito mucho sobre la controversia de realizar extracciones o no para obtener mejoras en estética facial y si con ellas es factible conseguir cambios en la dimensión vertical o no. Si bien lo que está comúnmente aceptado es la importancia del diagnóstico a la hora de solicitar dichas extracciones, el dilema surge cuando hablamos de casos comúnmente conocidos como “fronterizos”(1), en los que tanto con extracciones como sin ellas se consiguen objetivos oclusales o de salud, pero pueden existir diferencias en los estéticos.
Siendo el diagnóstico una pieza clave en la decisión a tomar, influye también mucho la mecánica de tratamiento que se lleva a cabo. Martín y cols.(2), creen que los efectos perjudiciales que se producen en los tratamientos de extracciones son debidos a un diagnóstico y a una mecánica de tratamiento inadecuada sin un control vertical correcto.
Si, tal y como se ha comentado anteriormente, el efecto de las extracciones en la estética facial es controvertido, no lo es menos su efecto sobre el control vertical, y por ende en la repercusión estética de este. Staggers(3), sobre un estudio con 45 pacientes sin extracciones y 38 con extracciones de primeros premolares superiores e inferiores, todos ellos en Clase I esquelética y dentaria (como el caso clínico que nos ocupa), no sólo no consiguió la disminución de la dimensión vertical en ninguno de los grupos sino que aumentó en ambos. Concluyó que la mesialización de los molares no significa de por sí la reducción de la dimensión vertical, coincidiendo plenamente con Cusimano y cols(4). Kokadereli(5), en un estudio realizado sobre 80 pacientes de Clase I (40 con extracciones de primeros premolares y 40 sin extracciones) no encuentra diferencias, y determina que no cree posible cerrar el eje facial con extracciones. Lo que ninguno de los anteriores determina es la mecánica de tratamiento que utilizan; la única mención que hace Kokadereli es que no se ayuda de aparatología extraoral.