Introducción
Las fisuras labiopalatinas (FLP) son malformaciones craneofaciales congénitas originadas por defectos embriológicos en la formación de la cara, cuyo grado de compromiso se focaliza en ciertas zonas del macizo facial, especialmente el labio superior, la premaxila, el paladar duro y el suelo de las fosas nasales.
Una de las características más importantes en la formación de la cara la constituyen los desplazamientos y multiplicación celular que dan como resultado la consolidación de los mamelones o procesos faciales, procedentes del primer arco branquial. La cara se forma mediante el desarrollo de cinco mamelones (mamelones maxilares, mandibulares y un mamelón impar: el frontonasal), formaciones de tejido mesenquimatoso que en las primeras semanas de vida intrauterina se desarrollan y fusionan mediante un proceso de mesodermización en la línea media dando lugar al paladar primario y secundario1.
La falta de unión de estos mamelones determina la aparición de las malformaciones faciales que abordamos en este artículo. Los fallos en la fusión se pueden explicar por alguna de estas posibilidades:
a) Uno, o ambos mamelones, no crecen lo suficiente para contactar con sus homólogos;
b) Los mamelones enfrentados no sueldan sus epitelios o, si hay soldadura, no existe cohesión necesaria para impedir que más tarde se separen;
c) Que el epitelio sea reabsorbido parcialmente y/o que se produzca una orientación defectuosa de las áreas de crecimiento.
La fisura labiopalatina constituye por tanto una malformación ocasionada a nivel de las estructuras orofaringonasales entre la 4ª y 12ª semana de gestación, siendo la 6ª la de mayor riesgo. Así, la formación de las fisuras del paladar primario y las fisuras raras de la cara, ocurren en el periodo embrionario, a partir de la 6ª semana de vida intrauterina, mientras que las fisuras del paladar secundario son más tardías, produciéndose después de la 8ª semana de vida prenatal, ya en el período fetal.2,3,4