Introducción
Desde la incorporación de la cefalometría en la práctica diaria del ortodoncista, la posición individualizada de los incisivos superiores e inferiores deseada tras el tratamiento de ortodoncia se ha convertido en una de las grandes obsesiones y, posiblemente, incógnitas.
Muchos estudios se han hecho al respecto no habiendo consenso en cuanto a la exacta ubicación de los mismos, quedándonos con conclusiones subjetivas tales como: aquella que consiga una buena estética de los tejidos blandos(1), aquella en la que los incisivos queden ubicados dentro de las tablas óseas(1), dentro del pasillo de equilibrio muscular de Tomes(2)(3), que obtenga una adecuada inclinación con sus respectivas bases óseas(4), adaptarlos a las distintas variaciones del patrón facial(3).
Algunas de las determinaciones de la posición de los incisivos más extendidas en la actualidad son las de Ricketts(5)(6), Steiner(7)(8), Tweed(4), McNamara(9) o el Wits appraisal de Jacobson(10)(11).
Con la extensión de la cirugía ortognática esta decisión aún se complica más ya que dejamos de enfrentamos a unas limitaciones anatómicas que nos condicionen la posición de los mismos, por lo que tendremos casi la total libertad, y por tanto responsabilidad, de decidir dónde acabarán los incisivos de nuestros pacientes para cumplir los ampliamente aceptados objetivos de tratamiento: estética dental, estética facial, adecuadas relaciones dentolabiales, salud periodontal y articular, oclusión funcional y estabilidad postratamiento.(14)(15)