Introducción
En 1997, inversores privados depositaron sumas importantes de dinero para que dos estudiantes de la Universidad de Stanford pudieran llevar a cabo su genial idea de mover los dientes con alineadores transparentes. Si lo conseguían millones de potenciales pacientes que no querían llevar brackets accederían a la ortodoncia. Su idea tuvo éxito (facturó 3.990 mill de dólares en el año 2021) y 13,5 mill de pacientes se han tratado ya con Invisalign. (Figura 1A).
Align Technology, fabricante de Invisalign, es una empresa tecnológica. La clave de su producto es el ‘software’ que emplean para obtener modelos tridimensionales y proyectar los tratamientos. Basta con escanear al paciente para que el programa plantee una serie de correctores que solo necesitan ser imprimidos.
Sigue siendo la empresa líder en el sector y declaran una inversión en I+D de 300 millones de dólares (solo en el año 2021). Pero empresas como Spark, Clear Aligner, Angel aligners y otros actores locales están empujando fuerte para acceder a parte de este pastel y además están creciendo de forma exponencial los casos fabricados en las clínicas.
España es el tercer país del mundo con más pacientes con alineadores por habitante, solo por detrás de Estados Unidos (58% del consumo mundial) y China.
Un porcentaje importante de nuestros pacientes demandan tratamientos con alineadores. En el transcurso de 20 años, ha pasado de ser testimonial el uso de este sistema en algunas clínicas avanzadas a la aparición de clínicas que solo usan alineadores para el tratamiento de todos sus pacientes. La generalización del uso de los alineadores ha ido de la mano de los avances tecnológicos (escáneres intraorales más eficientes y económicos, mejora del software), de la caducidad de las patentes (2017) y avance constante en la calidad de estos tratamientos. Este sistema ha demostrado ser más favorable que los brackets para el tratamiento de determinadas maloclusiones (mordidas abiertas, problemas sagitales, distalamientos molares) y peor para otras (sobremordidas en apretadores, rotaciones de caninos, movimientos de dientes pequeños, tipping de molares…). Es un arma que ha revolucionado la ortodoncia de los últimos 10 años y que ha permitido que muchas más personas (que nunca se hubieran puesto brackets) se hayan tratado sus maloclusiones.