Introducción
La ortodoncia del siglo XXI, como todas las ciencias de la salud, se enfrenta al reto de la “práctica basada en la evidencia” que, en lo que se refiere a la odontología, recientemente se ha definido como “el cuidado de la salud oral que requiere la integración con juicio crítico de la evaluación sistemática de la evidencia científica clínica relevante relacionada con la experiencia clínica del odontólogo, la historia oral y médica del paciente, su necesidad de tratamiento y sus preferencias”(1).
La falta de rigor científico en algunas publicaciones ortodóncicas basadas en estudios poco fiables, con diseños defectuosos o inconsistentes y conclusiones ambiguas e incluso contradictorias, genera frecuentemente confusión, cuando no escepticismo entre los ortodoncistas clínicos, que adoptan o desestiman diferentes enfoques terapéuticos ante una misma patología. Además, esa falta de rigor siembra dudas entre muchos pacientes que van de consulta en consulta solicitando distintas opiniones. Por otra parte en ortodoncia se han venido aceptando como verdades absolutas, sin crítica alguna, filosofías y procedimientos terapéuticos que carecen de un respaldo experimental suficientemente riguroso. A medida que nos adentramos en el nuevo milenio muchos de esos procedimientos y filosofías se están reevaluando bajo el prisma de la práctica basada en la evidencia desterrando el puro empirismo. Las opiniones subjetivas y los argumentos expuestos en base a “la experiencia previa” de los autores (incluso de los más prestigiosos) están siendo substituidas por las revisiones sistemáticas y los metaanálisis que garantizan “asepsia” en la interpretación de los resultados.
En este artículo se analiza el grado de “evidencia científica” en que se fundamenta una de esas creencias aceptada por muchos ortodoncistas como un hecho incontrovertible: el avance espontáneo mandibular tras el desbloqueo maxilar mediante la expansión maxilar y la corrección de la sobremordida. Con ello se intentará dar respuesta a la luz de un análisis crítico de la literatura publicada al respecto a varios interrogantes, que en definitiva se resumen en uno: ¿pasaría esa filosofía terapéutica el filtro de la “ortodoncia basada en la evidencia?